Colores que cuentan historias, símbolos que guardan memoria

El Istmo no solo se mira: se siente.

Late en cada color que ilumina sus calles, en cada forma que se repite en los bordados, en cada símbolo que ha viajado de generación en generación como un susurro que no se extingue.

En De mi tierra, cada creación nace de ese murmullo antiguo que habita en nuestra memoria colectiva. Los colores no son solo pigmentos: son emociones que aprendimos desde niñas.

El rojo arde como la alegría de las velas;

el amarillo calienta como el sol que nunca abandona nuestras mañanas;

el verde respira como la tierra que nos sostiene;

y el negro abraza la elegancia profunda de nuestras raíces.

El Istmo habla en detalles: en patrones que evocan caminos recorridos, en líneas que parecen bailar con el viento, en figuras que recuerdan historias de familia, de comunidad, de orgullo.

Es un lenguaje silencioso, pero poderoso, que inspira cada pieza que creamos.

Cada collar es una forma de llevar ese lenguaje al corazón.

Una forma de caminar con nuestros recuerdos, de honrar lo que somos y de compartir, incluso sin palabras, la belleza de una tierra que nunca se olvida.

Porque quien lleva una pieza de De mi tierra, lleva también un pedacito de historia que sigue viva, latiendo en cada color.